¿POR QUÉ DECIMOS QUE LOS NIÑOS NO SE ENFERMAN?
Influencia del binomio Madre Hijo
Nuestros niños no nos ponen nerviosos, ellos son el espejo en el cual debemos ver nuestro nerviosismo, son el reflejo de la familia, de lo que pasa en ella. Nuestros niños no se enferman, los enfermamos, y muchas veces son reparadores de cargas transgeneracionales.
Desde antes de la concepción y en adelante, grabamos en nuestro ser toda información relacionada con nuestra experiencia de la vida, la experiencia familiar, las expectativas que hay sobre nosotros, las creencias que vamos acumulando o heredando y la herencia emocional de nuestros ancestros.
La maternidad es un periodo abrumadoramente encantador, donde el vínculo madre e hijo influye positiva o negativamente sobre el desarrollo psiconeuronal del niño. Este vínculo inicia incluso desde antes de la concepción, demostrando que las emociones de mamá y las condiciones que la envuelven, influyen en el desarrollo cerebral del bebé y en su vida física y psíquica.
Durante este periodo, el niño apenas está desarrollando sus distintas áreas cerebrales, permitiendo ser moldeado tanto por el medio ambiente como por los estados anímicos de mamá. Es decir, el cerebro del feto parece desarrollarse en función de la experiencia de mamá con el mundo.
Por tanto, si mamá experimenta ansiedad o estrés durante el embarazo, el mensaje transmitido al bebé es que está en un ambiente peligroso, y su cerebro creará conexiones neuronales para su supervivencia, haciéndolo crecer reactivo, impulsivo y con un lapso corto de atención.
El periodo crítico de esta influencia materna es durante el parto, cuando el circuito del área encargada del aspecto socioemocional comienza a orquestar intercambios informativos emocionales entre madre e hijo a través sus miradas, haciendo que ella transmita emociones que, el bebé adaptará a su vida a través de conexiones neuronales.
La eterna pregunta: ¿A qué mundo voy a venir, mamá? será respondida constantemente por medio de mensajes energéticos y químicos enviados a través de sentimientos y conductas maternas. Cuando los padres comprenden esto, contribuyen a que el cerebro del bebé se desarrolle con base en el apoyo, el amor y la seguridad, permitiéndole amar y aprender, y no pelear o angustiarse.
Lo ideal: cinco minutos diarios de pensamientos positivos, escuchar su música favorita, alimentarse anímicamente de lo que quieras, gozar de las sensaciones del aquí y del ahora; así como el amor al embarazo, permitirá que la percepción de la vida del feto tenga bases en la fortaleza, la creatividad y con sentido de esperanza.
Entonces, ¿cómo es posible que los niños se enfermen? ¿Qué condiciones permiten que esto suceda? La teoría del Proyecto Sentido lo explica, siendo este la información inconsciente que recibimos, lo que nuestros padres pensaron y desearon inconscientemente desde 9 meses antes de la concepción y hasta los 7 años, (algunos autores sugieren hasta los 14); y que permanece vinculado a nuestras vidas hasta que somos conscientes, lo reconocemos y nos liberamos.
En este periodo, todo lo que le ocurre a mamá y en menor porcentaje a papá, el bebé lo graba en su inconsciente, sintiendo como propio lo que le sucede a mamá, y lo más importante aquello “no dicho”, lo “no expresado”.
En conclusión, decimos que es el motivo consciente e inconsciente por el cual somos concebidos, y esto hace que el Sentido de nuestra vida gire en torno a ello.
¿Qué pretende el Proyecto Sentido? mostrar desde el punto de vista físico la oportunidad de sanar errores de los padres; de no somatizarse (a través de síntomas físicos y emocionales) no se repararían.
Es algo mágico; cuando la madre toma conciencia del problema, el niño presenta una mejoría prácticamente instantánea. Las cosas se resuelven solas, porque nuestro inconsciente lucha por salir y expresarse, y al hacerlo, desconecta los programas.
Por ejemplo: cuando mamá pelea con papá, al niño le da gripe; si mamá odia su trabajo, al niño le duelen o se fractura algún brazo; si ella odia cuidar a su madre, al niño le duele la rodilla; si está harta de escuchar reclamos o quejas, el niño tiene problemas auditivos; un niño con dolor de barriga frecuente puede estar expresando dificultad de mamá para digerir algo que le ocurre; un niño con bronquitis o asma está denunciando un ambiente tóxico en casa.
Y así es como los niños, a través de enfermedades y síntomas, nos reflejan nuestros propios conflictos inconscientes, como el más amoroso de nuestros espejos. Y podemos seguir síntoma con síntoma y nunca terminar. Lo importante, es que en cuanto los padres, solucionaban su conflicto emocional, el niño sanaba.
Por tanto, deberíamos preguntarnos ¿qué paso en mis emociones para que mi niño enfermara?
Si el niño nace enfermo, analizamos qué “proyecto” le imprimieron al concebirlo y gestarlo, analizamos la relación padre-madre (preocupaciones, miedos, rencores). Si aun así no se encuentra respuesta, entonces vamos al transgeneracional a través del árbol genealógico, para encontrar lo que éste viene heredando y que obviamente no es suyo; lo cual es útil para entender qué está reparando este niño con esta enfermedad y así poder liberarlo y al clan.
Si antes de comenzar el árbol ya hay pretextos para hacerlo, vamos muy mal, son resistencias al proceso de consciencia y es algo muy común.
Desde la lógica biológica decimos que el cerebro es el disco duro de un ordenador donde están instalados los programas de supervivencia animal, de la especie y de nuestra genealogía. Al encender el ordenador al nacer, se activan programas automáticamente. Por ello, para tratar las enfermedades de los niños debemos tratar es a la madre; pero es necesario que ella desee soltar la enfermedad, aprender de ella, liberarla, dejarla atrás y cambiando de actitud ante su vida continuar con sus próximas experiencias.
¿Como liberarnos?
- Hacer conciencia del momento que desencadenó todo. ¿Desde cuándo presenta el problema?
- Revivir la emoción sentida(miedo, tristeza, alegría,) ubicando la necesidad biológica insatisfecha.
- Revivir la sensación física o síntoma, ubicando con su mano el lugar de su cuerpo donde siente esa emoción displacentera identificada. ¿Qué siente en ese lugar?
- Resentir.¿Qué te provoca decir y callas?, ¿Qué te provoca hacer y reprimes? ¿Para qué vives esa experiencia?
- Comprender la experiencia vivida, en su momento y en el presente.
- Liberación, hacer el duelo, perdonar.
- Reprogramar, repotenciando la toma de consciencia. Empoderándola de los beneficios de vivir esa situación que descodifica.
Dejando atrás la culpa, para ayudar a nuestros hijos pequeños a estar sanos, ocupémonos de nosotros mismos, tomando consciencia de nuestras emociones, expresemos cómo nos sentimos, busquemos ayuda, pero sobre todo no hagamos como que no pasa nada, porque los niños, perciben muchísimo más de lo que creemos y están dispuestos a mostrárnoslo incansablemente.
Dra. Beatriz Quintero
Médico Especialista en Medicina Familiar
Psiconeuroinmunoendocrinologa