DEL INCONSCIENTE PERSONAL AL INCONSCIENTE COLECTIVO
Dra. Beatriz Quintero. Julio 10 de 2019
Si bien es cierto que nuestros pensamientos y emociones crean nuestra realidad, también es cierto que lo que haces, dices y piensas puede influir en otras personas; así que somos más responsables de nuestras acciones, palabras y pensamientos bajo este principio. No hay un filtro que determine lo bueno o lo malo para el inconsciente, de hecho, lo bueno y lo malo depende de nuestra percepción y nuestras creencias. Por tanto, así como las palabras y pensamientos que emitimos pueden hacernos mucho bien y a los demás, también pueden hacer mucho daño. Nuestros pensamientos, según esta teoría, pueden en cierta forma contaminar o depurar el ambiente que nos rodea.
Muchos hemos escuchado últimamente sobre el inconsciente personal, pues bien, así mismo, podemos definir lo que para Carl Jung es el “inconsciente colectivo” como la suma de todas las “mentes”, proyecciones psico-energéticas, de todas las personas del planeta. Esta conciencia global refleja la realidad que, físicamente se manifiesta en nuestro entorno. Así tenemos que, emitimos constantemente un montón de patrones mentales (miedos, caos, preocupaciones), que constituyen una gran masa energética formando una conciencia global que refleja ese estado interno de cada uno de nosotros.
Muchas veces, estos patrones energéticos que emitimos nos afectan además a nivel físico y eso lo proyectamos. Es decir, si captamos “ondas” que nos hacen sentir “mal” (física, o anímicamente) automáticamente manifestamos pensamientos de que sentirnos mal y emitimos patrones energéticos en el inconsciente colectivo que añade en la realidad común más “ondas” que reflejan que estamos mal. ¿Les parece conocido?
¿Qué podemos hacer entonces para evitar que esas ondas o emisiones afecten nuestra realidad personal evitando enviar “contaminación” al resto del mundo?
Primero: debemos contar con factores protectores como: ser consciente de eso que nos rodea (“protección psíquica”), comer adecuadamente, evitar una vida sedentaria (“protección física”). Así minimizamos el efecto de aquello que se proyecta sobre nosotros.
Después: modificar nuestra realidad interna, empezando por saber lidiar con la realidad externa sin negar ninguno de sus factores, entender que hay cosas positivas en el mundo, pero que obviamente hay otras que no. Es decir, no se trata de enfocarse solo en una cara de la moneda esperando que así la otra no nos afecte, se trata de cambiar nuestra forma de entender la realidad física para conscientemente cambiarla.
¿Cómo? Pues, tomando acciones, cambiando las cosas que podamos cambiar, sabiendo que habrá otras que no podremos modificar a corto plazo. Como dijo Gandhi “Se el cambio que quieres ver en el mundo”.
Cuando en tu vida te comportas, vives, hablas y actúas como crees que el mundo entero debería hacerlo, empiezas a modificar tus proyecciones hacia esa masa inconsciente que compartimos todos, y así cuando el planeta recoge esos nuevos patrones de comportamiento, los devuelve en forma de realidad común manifestada en nuestra vida.
Afortunadamente, solo con que unas cuantas personas trabajen conscientemente en ese cambio, éste se puede empezar a producir, pues lo importante es la calidad de la energía que se emite y no la cantidad de personas con energía de “baja calidad”.
Ahora bien, el problema es que quienes “nos hacen daño” también conocen esto y lo aprovechan. Por ello, de ese pequeño grupo con potencial para cambiar la realidad, muchos están pendientes de no perder su trabajo, su casa, problemas personales, etc. quedando solo unos pocos en condiciones de actuar. La idea es actuar, ser conscientes de la situación real, observando todos los ángulos y puntos de vista, y saber que todo lo que pase en los próximos días a nivel de realidad común, depende básicamente de lo que modifiquemos del inconsciente colectivo que genera esta realidad. Lo único que debes tener en mente es: “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”.
Dra. Beatriz Quintero
Médico Especialista en Medicina Familiar
Psiconeuroinmunoendocrinologa